Hacia mucho tiempo que no sabía de él, la misma cantidad de días desde que lo había perdido, y aunque los primeros meses y aún el primer año pensó que solo lo había perdido temporalmente, con el paso del tiempo y con su cambio de actitud, Elise se convenció de que era una perdida permanente. Había perdido su corazón, su amor y devoción, y ella trato de hacer lo mismo, pero vaya trabajo que le costó.
O al menos eso pensaba, ¿cómo era posible que después de tanto tiempo, de tantas lágrimas y tanto dolor aún sintiera una pizca de emociones por él? La respuesta era sencilla pero Elise no la entendía, sabía que la muerte era algo delicado y no le gustaría que nadie cercano a ella o no tan cercano muriera, pero esto era diferente. Era no tener a Frank nunca más en su vida, era dejar ir para siempre y definitivamente a la persona que había amado, dejarla ir a un lugar donde nunca más podría alcanzarle en mucho tiempo, o eso esperaba ella.
Sentía una opresión en el pecho y le impedía respirar, No, no otra vez pensó, no otro de esos ataques de hiperventilación, esos que solo le daban cuando estaba a punto de pasar algo, antes de un examen de suma importancia o antes de dar un discurso, o como aquél que le dio cuando Frank había terminado con ella aquella lluviosa y tormentosa tarde de Junio.
Y aquí estaba hoy, pensando en él, habían pasado más de cuatro años, cuatro años sin él. Le había visto unas cuantas veces. Un día se había pasado por la librería a comprar un libro para el cumpleaños de su hermana menor, otro día se lo había encontrado en un café del centro, el estaba con alguien más, y otro día lo había visto en una fiesta de un amigo mutuo, pero ni siquiera se había molestado en saludarla y ella le había seguido el juego. Pero ninguna de esas veces habían tenido tiempo de platicar de verdad, no sabía donde residía en estos días, ni con quién vivía, ni siquiera recordaba a donde le había mencionado que se habían cambiado sus padres. No tenía manera de contactarlo, ninguna.
Sentía una opresión en el pecho y le impedía respirar, No, no otra vez pensó, no otro de esos ataques de hiperventilación, esos que solo le daban cuando estaba a punto de pasar algo, antes de un examen de suma importancia o antes de dar un discurso, o como aquél que le dio cuando Frank había terminado con ella aquella lluviosa y tormentosa tarde de Junio.
Y aquí estaba hoy, pensando en él, habían pasado más de cuatro años, cuatro años sin él. Le había visto unas cuantas veces. Un día se había pasado por la librería a comprar un libro para el cumpleaños de su hermana menor, otro día se lo había encontrado en un café del centro, el estaba con alguien más, y otro día lo había visto en una fiesta de un amigo mutuo, pero ni siquiera se había molestado en saludarla y ella le había seguido el juego. Pero ninguna de esas veces habían tenido tiempo de platicar de verdad, no sabía donde residía en estos días, ni con quién vivía, ni siquiera recordaba a donde le había mencionado que se habían cambiado sus padres. No tenía manera de contactarlo, ninguna.
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